sábado, 19 de abril de 2014

Prolijidad.
 

Si me tocara elegir dos habilidades para encarar la escritura creativa, sin duda alguna escogería la disciplina y la prolijidad. De la disciplina se habla en todas partes, así que no es novedoso si décimos que es uno de los pilares de cualquier arte. En cambio, sobre la prolijidad se ha debatido muy poco, de allí que saber su importancia en el mundo de la creación literaria se hace indispensable.

 Primero digamos que la prolijidad en la escritura se define como el arte de la fluidez: escribir como si se respirara, sin pasar por el proceso de pensar.

Cuando hablo de “no pensar” en la escritura, viene a mi mente el artículo escrito  por el célebre creador de crónicas marcianas Ray  Bradbury,  Titulado Zen El Arte De Escribir, del libro de ensayos con el mismo nombre.  En el que el autor, afirma que el oficio de escribir se  puede definir en cuatro palabras. La primera: trabajo, la segunda: relajación, seguida de dos finales: no pensar. 

Ray  Bradbury
En el artículo bastante largo, pero de una gran profundidad (que dejaré en este ENLACE), Bradbury cita diversos ejemplos de cómo el “no pensar”  se tiene que integrar al oficio del escritor, Así como el atleta no piensa en el momento de correr, o el cirujano no entra en análisis en el instante  de utilizar el bisturí, el escritor no puede acudir al intelecto cuando está frente a la hoja en blanco. Claro, para llegar al punto de “no pensar” primero se tuvo que haber trabajado por mucho tiempo.

Antes de leer ese artículo el tema de la prolijidad se había transformado en un reto para mí. ¿¿¿Cómo escribir un texto largo, en corto tiempo,  que tuviera calidad??? Entonces me esforzaba para que desde el principio cada línea fuera perfecta, con descripciones detalladas, ortografía impecable, ritmo adecuado, palabras selectas... El resultado, no podía ser otro, que deficiente calidad  y escasa cantidad en mis escritos.

El secreto de la prolijidad, que comparto en este momento, se resume en olvidarse de la calidad y concentrarse en la cantidad. Con el tiempo, la cantidad redundará en calidad. Al principio es complejo de entender, porque pretendemos que todo salga a las mil maravillas en nuestro primer borrador. Pero acaso es lógico preocuparnos por la calidad de entrada, si en el momento en que el lector reciba el producto final nunca se preguntará como fue el proceso de creación.


Es sencillo, si mientras plasmamos en el papel nuestra idea, escribimos “vurro”, ¡Qué importa!, se tiene que seguir adelante, igual sabemos que nos referimos a un mamífero cuadrúpedo que todos catalogan de terco, después cuando ya estemos en el proceso de re-escritura, se corrige.
Igual, si parece que nuestro escrito toma un rumbo no previsto, no hay que detenerse a pensar si es mejor o peor, se tiene que seguir con la marcha, después podremos borrar.

En el momento que aprendemos a "no detenernos", a "no pensar", el escritor que tenemos dentro hace su aparición. Esa es otra de las ventajas de la prolijidad: El aprovechar los recursos del subconsciente. Porque al "no pensar" con el consciente, utilizamos las fuentes infinitas del subconsciente. Para ampliar sobre el subconsciente en la escritura AQUÍ.

En fin, Si ponemos en práctica este secreto nuestros escritos con toda seguridad aumentarán en número y calidad.    

Gracias por leer hasta el final.

AQUÍ dejo el artículo de Ray  Bradbury. Y otros secretos de escritura AQUÍ.  

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