Prolijidad.
Si me tocara elegir dos
habilidades para encarar la escritura creativa, sin duda alguna escogería la
disciplina y la prolijidad. De la disciplina se habla en todas partes, así que
no es novedoso si décimos que es uno de los pilares de cualquier arte. En cambio,
sobre la prolijidad se ha debatido muy poco, de allí que saber su importancia
en el mundo de la creación literaria se hace indispensable.
Primero digamos que la prolijidad en la
escritura se define como el arte de la fluidez: escribir como si se respirara,
sin pasar por el proceso de pensar.
Cuando hablo de “no pensar” en la
escritura, viene a mi mente el artículo escrito
por el célebre creador de crónicas marcianas Ray Bradbury,
Titulado Zen El Arte De Escribir, del libro de ensayos con el mismo
nombre. En el que el autor, afirma que
el oficio de escribir se puede definir
en cuatro palabras. La primera: trabajo, la segunda: relajación, seguida de dos
finales: no pensar.
![]() |
Ray Bradbury |
Antes de leer ese artículo el
tema de la prolijidad se había transformado en un reto para mí. ¿¿¿Cómo
escribir un texto largo, en corto tiempo,
que tuviera calidad??? Entonces me esforzaba para que desde el principio
cada línea fuera perfecta, con descripciones detalladas, ortografía impecable,
ritmo adecuado, palabras selectas... El resultado, no podía ser otro, que
deficiente calidad y escasa cantidad en
mis escritos.
El secreto de la prolijidad, que
comparto en este momento, se resume en olvidarse de la calidad y concentrarse
en la cantidad. Con el tiempo, la cantidad redundará en calidad. Al principio
es complejo de entender, porque pretendemos que todo salga a las mil maravillas
en nuestro primer borrador. Pero acaso es lógico preocuparnos por la calidad de
entrada, si en el momento en que el lector reciba el producto final nunca se
preguntará como fue el proceso de creación.
Es sencillo, si mientras
plasmamos en el papel nuestra idea, escribimos “vurro”, ¡Qué importa!, se tiene
que seguir adelante, igual sabemos que nos referimos a un mamífero cuadrúpedo
que todos catalogan de terco, después cuando ya estemos en el proceso de
re-escritura, se corrige.
Igual, si parece que nuestro
escrito toma un rumbo no previsto, no hay que detenerse a pensar si es mejor o
peor, se tiene que seguir con la marcha, después podremos borrar.
En el momento que aprendemos a
"no detenernos", a "no pensar", el escritor que tenemos
dentro hace su aparición. Esa es otra de las ventajas de la prolijidad: El
aprovechar los recursos del subconsciente. Porque al "no pensar" con
el consciente, utilizamos las fuentes infinitas del subconsciente. Para ampliar
sobre el subconsciente en la escritura AQUÍ.
En fin, Si ponemos en práctica
este secreto nuestros escritos con toda seguridad aumentarán en número y
calidad.
Gracias por leer hasta el final.
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