martes, 25 de marzo de 2014


Forma Adecuado de implementar el dialogo interior en la escritura creativa. 


En el afán de darle vida a nuestras creaciones literarias, el gusano de la curiosidad nos hace indagar y descubrir detalles en todas partes: que la mancha roja en la puerta blanca, que la chica con los tres lunares alineados en la espalda igual que la Osa Mayor, que el sonido de la gota que cae del grifo al lavaplatos, que el olor del pan recién horneado combinado con la fragancia del café… 

Y esa curiosidad sin duda nos hace cada vez mejores escritores. Sin embargo, para llegar a otras esferas de la escritura creativa se tiene que ir un poco más allá de la observación del mundo que nos rodea, para llegar a la parte más inexplorada de todas:  Nuestro Interior.

Es curioso como todo el tiempo cargamos con nosotros mismos y nos conozcamos tan poco. Por supuesto que sabemos que nos gusta la poesía, como también nos gusta el color rojo, dormir hasta las diez de la mañana, el helado de nata-maní, o que gane nuestro equipo de fútbol. Pero a la hora de responder el porqué de esos gustos, resbalamos en la respuesta. Igual ocurre con nuestras emociones, sabemos que estamos tristes o felices, y creemos entender las causas, lo que ignoramos es por qué  esas causas provocan aquellos estados anímicos en nosotros.

¿Pero qué tiene que ver esto con la escritura creativa?

Te soplo la respuesta: TODO.

Aunque escribamos sobre realidades fantásticas de mundos distantes o alternos, en el fondo, el fin último de la escritura creativa es la de imitar lo más fiel posible la realidad. Me refiero a su esencia: la dualidad y complejidad del ser humano, que no se encuentran en otra parte que no sea el interior.

Para ello, tendríamos que estudiar un montón de libros del comportamiento humano, (Si quieres leer literatura psicológica, te ánimo a que lo hagas, yo he leído algunos de esos libros y tienen cosas interesantes). La otra alternativa, de la que hablo en este momento, sería estudiar tu propio comportamiento, y partiendo de él, lograr entender el actuar del resto de la humanidad, o por lo menos el de los personajes de tus escritos.

Uno de los primeros pasos para entenderte un poco más, es practicar el diálogo interior. Que no es otra cosa que hablar con la vocecita que todos tenemos dentro. ¿Cuál vocecita? Esa que cuando estamos en medio de un grupo y realizan una pregunta de la cual sabemos la respuesta, nos dice que no participemos para no quedar en ridículo, cuando otra persona responde lo que nosotros sabíamos, con todo el descaro del mundo nos acusa de cobardes.

Esa vocecita es como un ser diferente a nosotros, que si dejamos de ignorarla y le realizamos las preguntas adecuadas, nos hará conscientes de los diferentes puntos de vista que tenemos sobre un mismo tema. La clave para escucharla, es hacernos una pregunta concreta y esperar la respuesta en silencio, sin pretender que sabemos la respuesta.

Un diálogo con uno mismo podría ser de este tipo:

Yo: ¿por qué estoy tan triste hoy?
… Silencio, esperando la respuesta…
Vocecita: En realidad no estás triste, sólo estás frustrado.
Yo: ¿Frustrado? ¿Por qué?
Vocecita: Si, siempre a esta hora recuerdas que te has propuesto hacer ejercicio y nunca cumples, eso te frustra.
Yo: y que puedo hacer.
Vocecita: cumple tu propósito.
Yo: que otras opciones tengo.
Vocecita: Se feliz con unos kilos de más, una salud no muy buena y un cuerpo poco atlético.
Yo: Si eso último fue un chiste fue muy malo… 

Más o menos se trata de hablar con otra persona. Y no lo tienes que hacer en voz alta, aunque sería lo ideal, siempre y cuando no haya gente a tu alrededor, no sea que termines en un manicomio. Con el tiempo empiezas a saber muchas cosas de ti,  que no eres tan “bueno” como creías. Que puedes sentir celos de personas que amas, que la envidia es parte de tu vida y aunque hay que controlarla ahora ya no la ignoras. Que extrañamente deseas que le vaya bien a ese cantante de moda que te cae mal, simpatía encubierta. También los sentimientos se amplían, ahora nos sólo se trata de feliz vs triste: aparece la desesperación, el temor, la admiración, la tranquilidad, la euforia, la excitación, la ira, los celos, la confianza, el pánico… 

Mientras el mundo interior se amplia, y empiezas a conocer más cosas sobre ti,  los personajes de tus historias empiezan a tener una dimensión mayor, más real. Este cambio, no necesariamente lo haces conscientemente, las transformaciones más profundas suceden en el inconsciente. Pero puedes comparar tus personajes de ahora y los que escribirás en un futuro. La diferencia será astronómica. 

Las primeras veces que oí sobre cómo utilizar esta vocecita para intentar hacer personajes más verosímiles, que no fueran sólo buenos o sólo malos, creí que no tenía mucho sentido. Primero porque hablar con uno mismo me parecía una estupidez. Y segundo porque no sabía qué tipo de preguntas tendría que realizar. Pero igual seguí el consejo. ¡Oh, sorpresa! La vocecita de verdad responde, y empiezas a ver tu vida y tus personajes en diversas perspectivas. 

Te invito a que pruebes el diálogo interior con miras a entender a los personajes de tus historias, no pierdes nada con intentarlo, así al principio parezca una idea muy descabellada. Los grandes escritores lo fueron por que se atrevieron a pensar diferente.

Te invito a que participes con tus comentarios.


Gracias por leer este post hasta el final.  

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